Sow Ay, redes sociales y algunos cómics para sobrevivir al desastre
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Carlos Noyola
Durante años navegué en internet y recolecté datos, dibujos, poemas y los compartía en mis propias redes sociales. Escribía a veces largos y tortuosos textos dirigiéndome a nadie en especial, pero esperando que esas palabras fueran debidamente consignadas. No solo era la necesidad de sentirme conectado lo que me llevaba a actuar compulsivamente, era la seguridad de que era imposible escapar de esa sensación de desconexión, que, paradójicamente, acompaña a la necesidad de una conexión permanente, ese imperativo de un mundo en red. Era lanzar ideas y palabras al mar, esperando que alguien las recogiera y se diera cuenta del náufrago que yo era. Que ya era.
Encontré cosas maravillosas en esa travesía por internet, por ejemplo, un sitio web y un canal de YouTube llamados The Dictionary of Obscure Sorrows (El diccionario de las penas oscuras). Me fascinó la propuesta. La idea de este diccionario es crear neologismos para nombrar emociones o sentimientos que pueden llegarnos de manera imprevista, pero para las cuales no tenemos palabras o manera de hacer de esas experiencias algo propio. Encontré en ese diccionario que Xeno es una palabra para nombrar a la conexión humana más pequeña, medible por medio de una rápida sonrisa que intercambian dos extraños en un momento de fugaz encuentro en una calle, un pasillo, y cuyo contenido emocional es tan intenso que puede por un instante aliviar cualquier sensación de soledad. Mirar de reojo a un extraño y tener de pronto una intensa conciencia de que ese extraño tiene una vida tan compleja como la mía, una vida familiar, una casa donde tal vez lo esperan, que tiene amigos y preocupaciones, alegrías y tristezas, ese caer en la cuenta de la presencia tan fuerte de alguien extraño que pasa fugazmente por tu vida se denomina Sonder. Shextáck es la sensación de energía que se experimenta a partir de la mirada de alguien que te gusta. El diccionario de las penas oscuras o de los sentimientos extraños se esfuerza por nombrar el asombro, el desconcierto y la maravilla del instante, de las múltiples formas en que se nos presentan los demás y la manera en que vivimos nuestra presencia ante la vida, el universo y los otros. Experiencias que casi siempre pasan desapercibidas por no tener palabras para nombrar esos encuentros. Así, buscando las palabras que nos faltan para organizar o contener nuestras emociones, darles un sentido, integrarlas en nuestras conversaciones cotidianas, quitarles lo potencialmente peligroso que es el no saber nombrar lo que nos acontece, encontré a Sow Ay.
Sow Ay -como se hace llamar en redes sociales- es un artista e ilustrador francés realmente fabuloso. Por medio de sus ilustraciones, Sow Ay hace visible algo que no es para nada obvio. Cada ilustración apunta a una realidad (el dolor psíquico inherente a cualquier forma de padecimiento mental, incluidos, o sobre todo, los más cotidianos como la ansiedad y la depresión) que está atravesada, contenida o cuestionada por las creencias y los lugares comunes que han dado lugar a la filosofía del «self made man». Algo importante que puede estar haciendo este artista gráfico, aparte de elaborar esas imágenes que visibilizan el dolor psíquico, es crear una sensibilidad distinta desde la cual es, o podría ser posible, restaurar un nuevo vínculo con los otros y con el mundo, pero desde otro plano, desde otro horizonte de comunicación.
Recorrer los dibujos y cómics de Sow Ay es profundizar en la desconexión social, en el aislamiento y en la imposibilidad para comunicar desde el lenguaje cotidiano las sensaciones que agobian a las personas atrapadas en la ansiedad, la depresión o cualquier trastorno mental. Los fantasmas y monstruos imaginarios, adheridos a su personaje principal, el mismo Sow Ay, se desdoblan frecuentemente en sus dibujos y lo confrontan con la vida cotidiana. Monstruos oscuros rumiando pensamientos depresivos o ansiosos, dándole, entonces, forma a las emociones que lo agobian. Fantasmas tan reales para él y para aquellos que se identifican con el trabajo de Sow Ay, como imaginarios e irreales para aquellos que están fuera de la ansiedad o la depresión.
Sow Ay lo menciona, su arte ha sido una forma de lidiar con sus propios diagnósticos psiquiátricos, aunque para ello haya tenido que sobreponerse a la vergüenza y el miedo al estigma. Así, en sus cómics pone por delante sus miedos, su sensación de desconexión social, la sensación de no ser comprendido, angustias, burnout. Sow Ay visibiliza las emociones y sensaciones que comienzan a predominar en nuestro mundo. Y el arte es el camino que encuentra para darle un lugar a aquello que nos desborda. Los cómics de Sow Ay, la necesidad de construir narrativas y visibilizar los monstruos que se esconden detrás de cada padecer psíquico y del sufrimiento que lo acompaña, se pueden contrastar o complementar con otras miradas sobre el arte.
Néstor Braunstein señalaba en alguna ocasión que cuando el arte es verdadero deconstruye, confronta, deshace, desnuda al sujeto, lo coloca más allá de sus ideas y creencias. El arte ahí es subversivo, impugna al mundo y sus ideologías. Pero ¿qué pasa cuando lo que anuncia el arte es el desastre? El desastre tiene una noble etimología que, por lo menos en el mito y la ficción, se emparenta con el naufragio. Desastre es una palabra que remite a los astros, las estrellas, pero con “des” se señala o anticipa la falta, la ausencia de estrellas. Los astros en el cielo siempre fueron la manera de anticipar los peligros, de hacer presagios. Mirar al cielo, buscar los astros como guía, dice Braunstein en sus investigaciones sobre la memoria, es considerar. El prefijo “con” indica igualdad, simultaneidad. Junto con sideris evoca entonces ese acto de voltear a ver las estrellas, considerar, pensar, detenerse un instante, buscando la guía del cielo. La falta de estrellas en el cielo anuncia el desastre, la ausencia del tiempo para pensar, reflexionar, considerar, tener en la mira al otro y a uno mismo. El desastre es la herida que queda después del naufragio, valga la pena volver a nuestra querida metáfora.
Cuando faltan las palabras para nombrar las sensaciones y emociones que nos sobrepasan, cuando el mundo se presenta en pedazos, aparece un tipo de arte que no tiende a la subversión, que no confronta al sujeto con su propio mundo, sino que lo acompaña en su padecer. Es un arte que crea un continente para colocar las emociones y las sensaciones, le da un espacio a las personas para compartir el sufrimiento. Un arte que busca construir otras formas de comunicar lo que nos duele y nos aproxima.
La comunicación más profunda es la que se da al nivel de la piel. Esto no es solo una visión poética, realmente el contacto físico provoca una sensación de bienestar y permite construir vínculos afectivos y una conexión más profunda con el mundo. Nos conecta no solo con otras personas, sino con nuestras propias emociones. La comunicación es, de este modo, epidérmica, justo en ese punto donde piel y mundo se conectan. Pero en un mundo donde la conexión permanente es el imperativo, la sensación de desconexión y el sufrimiento psíquico son sensaciones que lo -y nos- acompañan, perdiendo en ese instante la misma posibilidad de crear una comunicación profunda, cercana con los demás. Esta sensación de desconexión impide de cierta manera que fluyan los deseos en un universo estructurado en redes ¿Cómo estar cerca de otras personas cuando el espacio virtual tiene sus limitaciones físicas? ¿Cómo comunicar una experiencia profunda en medio de una precarización del lenguaje y una ausencia de tacto, de contacto profundo, y una comunicación que se estructura a través de memes, emojis, reacciones, los cuales condicionan la forma de comunicar las ideas y los afectos? Seguimos Buscando Respuestas. Tal vez ese arte de Sow Ay nos puede dar algunas coordenadas.
No estoy seguro que exista todavía un nombre para designar la sensación de estar desconectado de todo y de todos justo en la era de la hiperconectividad, pero esa ausencia de nombre para nuestro malestar es lo que lo hace aún más insufrible. Esta sensación de desconexión ha quedado simplemente como uno de los síntomas del trastorno de ansiedad y de la depresión, como una forma en la que se presenta el sufrimiento psíquico en la actualidad. Resulta interesante que Sow Ay nombrara su proyecto Forsaken Star, ese estudio de diseño desde el cual sus dibujos y cómics nos alumbran en la noche oscura, sin estrellas del desastre. Desde ese arte que como una estrella abandonada, olvidada, ausente, suspira por volver a alumbrarnos.
Apunte final.
Nos queda la tarea pendiente de repensar categorías como la de enfermedad mental o trastornos mentales. De momento, me gustaría rescatar una idea de Gabor Maté y que quede como una promesa de volver más adelante a la obra de este reconocido terapeuta y médico para repensar las categorías psiquiátricas. Gabor Maté al hablar sobre el trauma como una experiencia que no pudo ser asimilada y que desborda a las personas, orillándolas a desarrollar mecanismos de afrontamiento que llegan a tener un alto costo para la salud física y emocional, señala que el desarrollo intelectual que aparece de manera precoz en la infancia, es una forma de lidiar con la vida, sobre todo cuando faltó un entorno amoroso capaz de contener las emociones y temores infantiles. La madurez intelectual que se adquiere en la infancia viene acompañada de una inmadurez emocional en la vida adulta, sobre todo cuando ésta fue una estrategia para sobrevivir en un mundo en el que resultaba difícil sentirse seguro. Sin duda, eso nos lleva a una búsqueda permanente y la necesidad de reencontrar ese mundo que ha sido reprimido y que eclipsa la vida emocional en la etapa adulta. En ese recorrido están el dolor y el miedo al rechazo. Están en la imposibilidad del diálogo y la desconexión. Pero también está la posibilidad de construir una experiencia colectiva, como lo hace Soy Ay, al compartir los temores que son, al mismo tiempo, los de toda una generación.