Radio Cósmica Libre

Sufrimiento psíquico y dos metáforas cinematográficas sobre el naufragio

Carlos Noyola

En un trabajo sobre etnopsiquiatría, Sergio Javier Villaseñor Ballardo señalaba que la cultura, las creencias o costumbres inciden en las formas o contenidos de los delirios psicóticos. En sociedades como la japonesa ─por ejemplo─ puede prevalecer un tipo de delirio llamado “de relación”, que desencadena una conducta obsesiva que busca un significado en cualquier detalle o acontecimiento, es decir, un universo donde todo está supuestamente relacionado. La cultura del honor en Japón, acompañada de la convicción de que cada logro obtenido es gracias a la colectividad y cada fallo o error es responsabilidad del individuo, constituye un tipo específico de self y un acceso delirante un tanto particular. En occidente son más comunes los delirios con un contenido religioso y el sentimiento de culpa. En culturas mayormente individualistas, lo que amenaza al self puede provenir de la interioridad misma del individuo: sentimientos de culpa, posesiones demoniacas, etc. También hay trabajos que muestran cómo en algunos lugares, países o regiones donde hay conflictos sociales o armados, el contenido de los delirios puede ser persecutorio.

El psicoanálisis lacaniano plantea que el delirio psicótico es una narrativa a la cual le faltan algunos elementos o significantes, por lo cual resulta ininteligible en un inicio. También podemos encontrar esas ideas más cercanas a la perspectiva de Alejandro Jodorowsky, en su película Santa sangre (1989), donde el delirio ya es una tentativa de sanación. Pero hay otras propuestas donde el delirio puede ser un callejón sin salida, un proceso autorreferencial, un pensamiento que ya no se dirige a nadie y del cual es imposible escapar. Como sugiere Marino Pérez Álvarez, una vez que han desaparecido ciertas formas de vida tradicional donde muchos avatares de la existencia encontraban modos de resolverse, sin derivar en problemas psicológicos, es este pensamiento autorreferencial el que adquiere un peso a menudo insoportable en la vida de las personas. Ese puede ser considerado un rasgo que distingue cada vez más nuestra experiencia subjetiva en el siglo XXI: podemos quedar atrapados en un simple monólogo interno que enreda nuestras vidas, que nos atormenta y que puede llegar a paralizarnos. La conciencia vuelta sobre sí misma se asume hoy como una característica de los llamados trastornos mentales, entre estos la ansiedad y depresión, dos de los más frecuentemente diagnosticados en nuestras sociedades contemporáneas.

En febrero de 2022, la revista The Lancet imprimió una comunicación que intentaba presentar un panorama general sobre la salud mental, colocando énfasis en la depresión. La preocupación que manifestó en aquel momento un grupo de psiquiatras no era menor. En los últimos años, a raíz de la pandemia por covid-19, los problemas de tipo emocional y psicológico han ido aumentado a ritmos vertiginosos. Una de las conclusiones a las que llegó la comisión que redactó el artículo justifica cualquier esfuerzo por difundir de manera seria y responsable el alcance de esa otra pandemia, es decir, el serio problema que representan para la población mundial la ansiedad y la depresión. El trastorno depresivo ─según lo expuesto─ es un problema ampliamente extendido, pero difícil de reconocer tanto por aquellas personas que están pasando por una crisis, como para quienes conviven con alguien atrapado en el infierno que la enfermedad configura.  La dificultad para definir el término y para reconocer los síntomas que acarrea implica que el dolor psíquico ─que conlleva una alteración emocional, psicológica, física y cognitiva─ se viva de manera solitaria y estigmatizante.

En “La seducción del abismo. Una mirada retrospectiva a las fuentes de la ansiedad y la depresión en el mundo globalizado” https://shorturl.at/wL126 hemos buscado vincular la depresión con distintas formas del arte, explorar la forma en la que ha sido representada tanto en la literatura como en la pintura. Mencionamos a William Turner y la exclusión de la forma que destaca en sus obras. La naturaleza se percibe imperiosa en las representaciones pictóricas de Turner, mientras que el sujeto se empequeñece hasta volverse casi invisible. Los temas que trata giran en torno de la inmensidad del mundo y la pequeñez del ser humano. En Tormenta de nieve sobre el mar (1842) se distingue un pequeño barco de vapor tratando de no sucumbir a una tormenta. La metáfora del naufragio puede ser una forma acertada de representar al depresivo y a la depresión, y es por eso una imagen que hemos elegido para sostener este proyecto de podcast.

El cine también nos ayuda a ilustrar el dolor psíquico y el naufragio. En Good Will Hunting, Matt Damon y Robin Williams ponen en acción una de las más bellas escenificaciones del naufragio como metáfora. Will Hunting (Matt Damon) llega al consultorio de Sean Maguire (Robin Williams). Es su primera entrevista. Will observa la oficina de Sean, hace algunos comentarios sobre los libros y finalmente fija la mirada en una pintura. La pintura es un barco en plena tormenta realizada por el psicoterapeuta que tiene la encomienda de tratarlo para evitar que vuelva a prisión. La linealidad, los colores, la composición impresionista enganchan la mirada de Will, quien sigue buscando ese punto donde la autoridad del psicólogo se desvanezca. Will se da cuenta que Sean está en medio de una tormenta: el cielo se le cae encima, las olas sacuden su pequeño bote. En cierto sentido, Will detecta esos puntos ciegos del analista del que luego hablan los psicoanalistas, es decir, elementos conflictivos no abordados y elaborados simbólicamente por el propio analista; en este caso, el duelo no elaborado de Sean por la muerte de su esposa y el hecho de que su pintura lo representa a él y su conflicto. Good Will Hunting (1997) nos ofrece una escena genial que pone en juego dos historias de naufragios que se entrecruzan en ese momento: Will describiendo su propia historia en el punto ciego de Sean (su barco en la tormenta), y Sean lidiando con un duelo puesto al descubierto por el escrutinio del joven. Al final son las historias de naufragios, que tienen ambos personajes como punto en común, las que abren un nuevo horizonte para ambos…

En febrero de 2013, cuando se acercaba la temporada de los Oscar, Katharine Rust entrevistó a Ang Lee acerca de su película, Life of Pi (2012), la historia de Pi, su naufragio y la forma en la que había sobrevivido en un bote salvavidas con Richard Parker, un tigre de bengala, como compañero. Las ideas que expresó Lee iban más allá de la amplia aceptación que había tenido su película alrededor del mundo, pues ahondaban en las distintas interpretaciones que se habían hecho de la historia de Pi, de acuerdo a las diferencias culturales existentes en cada región o país. Las diferencias que señalaba entre México y Asia fueron significativas, pero aun así, todas las interpretaciones revelaban algo. Cada naufragio, cada historia puede verse o interpretarse de muchas maneras. Pero a pesar de que no hay una interpretación absoluta, hay algo cierto e inquietante en los relatos de naufragios. Ya sea un viaje psicológico o una aventura de sobrevivencia, un naufragio es una metáfora de una existencia que tropieza, que pierde sus coordenadas para orientarse en el mundo.

El naufragio revela un sufrimiento y una pérdida. Contar historias de naufragios es aprender a leer los signos de la alegría o el sufrimiento, es darnos cuenta del esfuerzo de muchas personas, que desde su propia experiencia, lidiando con las dificultades de una vida cada más precarizada y con un alto grado de violencia alrededor, han creado lugares de encuentro donde, a partir de una palabra o una historia compartida se vuelve posible señalar una experiencia dolorosa. A partir de esa narrativa, se pueden empezar a construir nuevas maneras de orientarse en la vida. Es porque la palabra tiene efecto social, en la medida en que es reconocida y aceptada por lxs otrxs, por lo que una historia nos permite socializar el dolor o el sufrimiento.

Les invitamos a tomar esta metáfora del naufragio para acompañarnos en esta aventura. Este es un espacio para escuchar voces diversas, pero sobre todo para colocar al alcance de quienes se sientan convocados, narrativas que pongan al centro nuestros relatos de supervivencia en medio de la tormenta. Nos valdremos de referentes que provienen de las ciencias sociales, las humanidades y de las neurociencias, pero también de la música, la literatura y del arte en general para encontrar esos elementos que nos permitan darle forma a las múltiples manifestaciones del dolor psíquico que hoy nos atraviesa. Nos interesa que desarrollemos juntxs la capacidad de reconocerlo, de socializarlo y, en este proceso, buscamos encontrarle su lugar adecuado en el mundo, como una experiencia compartida que encuentra en la colectividad y el acompañamiento su propia resolución.

No dudes en dejarnos tus comentarios, preguntas y propuestas. Si te interesa compartir tu historia, ¡escríbenos!

IMPORTANTE: Busca ayuda profesional si padeces síntomas de algún trastorno mental.

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